El propio Milei, cuando era candidato a presidente, anticipó que privatizaría el Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas. Luego, el legislador Bertie Benegas Lynch apuntó que la intención era cerrarlo directamente. No lo hace, pero casi: entre despidos, renuncias y jubilaciones, se estima que el organismo ha perdido 1500 agentes y no ha habido ninguna sola alta.
Aunque aún no hay nada concreto con respecto al Conicet, para Kornblihtt, no es difícil imaginar cuáles serán los próximos pasos: “Podemos anticipar que según la ideología del presidente Milei, con estos instrumentos se censuren investigaciones sobre cambio climático, biodiversidad, temas de género o quizás se considere impropios de ser financiados la historia, la arqueología y la paleontología, a la sazón, disciplina estrella de nuestro país, porque no producen bienes de mercado”, sostiene. Algo similar sucedía durante el macrismo, época en la que también el discurso oficial buscaba bajarle el precio a las investigaciones con el objetivo de allanar el camino para poder meter la tijera.
Las modificaciones en la Agencia y las que se preparan en Conicet, van en la misma línea de las que se deslizan para otros organismos científicos y tecnológicos, como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Instituto Nacional del Agua (INA), entre otros. En estos casos, el gobierno dicta decretos mediante los cuales los fondos pasan a estar administrados de manera centralizada por los diferentes ministerios, y ya no dependen de estos organismos como entes con libre de disposición para invertir y planificar en lo que consideren.
El gobierno se ensaña, asimismo, con las universidades nacionales, que están desfinanciadas desde la asunción del elenco libertario y resisten como pueden, como fuga de docentes y problemas de todo tipo. Aunque todo el tiempo Milei hable de “cuidar la caja” y de defender a rajatabla el déficit cero, observa en la ciencia y en las aulas el principal obstáculo para lo que en verdad le preocupa: ganar la batalla cultural.