El Obispo de Roma también invitó a los presentes a mantenerse unidos en la oración "para que los esfuerzos en curso logren poner fin a la guerra y nos conduzcan hacia una paz justa y duradera".
Además de la crisis en Oriente Medio, el Papa expresó su cercanía al pueblo filipino por el fuerte terremoto que sacudió la región central del país el pasado 30 de septiembre, y dedicó palabras a los migrantes y misioneros, reiterando con fuerza: "En primer lugar, siempre, la dignidad humana" y asegurando que "nadie debe ser obligado a partir ni ser explotado o maltratado por su condición de necesitado o de extranjero".
Finalmente, el Pontífice se refirió al resurgimiento del antisemitismo en el mundo, particularmente aludiendo al atentado contra una sinagoga en Mánchester. "No podemos permanecer indiferentes ante el odio", advirtió, y pidió que los creyentes sean "constructores de fraternidad y de esperanza". El líder de la Iglesia concluyó agradeciendo a "los tantísimos niños que, en todo el mundo, se han comprometido a rezar por esta intención" de paz.