En el country Altos de Campo Grande, en la casa que se construyó en los últimos años, Spagnuolo piensa sus próximos pasos. Es inestable, cambiante, inseguro, según lo describen todos los que lo conocen. Por supuesto, está paranoico, pensando en quién lo grabó y si puede sufrir alguna agresión.
Las cosas son bastante más sencillas de lo que parecen. En su desaforada queja porque “se la llevan toda Lule y Karina, con mi firma”, Spagnuolo lo habló y consultó con media humanidad. Un abogado, al que recurrió, lo grabó mientras almorzaban. Pero, además, después habló por teléfono con él y también el letrado lo grabó, sólo que el interlocutor -en el almuerzo y en los diálogos telefónicos- siempre editó las grabaciones borrando su voz para no quedar incriminado. El abogado, protagonista de la interna libertaria, filtró los audios y todo se le fue de las manos: el estallido terminó siendo una bomba neutrónica. Las consecuencias todavía son difíciles de medir, porque el escándalo no terminó. Sí está claro que la evidencia de corrupción ya impactó en las encuestas y se percibe que La Libertad Avanza (LLA) está en serias dificultades para hacer campaña electoral: en la calle se encuentra con gente que los recrimina y en las redes sociales el 3 por ciento que según Spagnuolo se lleva Karina es motivo de las mejores humoradas de los últimos tiempo. También LLA está incómoda ante los periodistas. Les resulta difícil contestar y el vocero Manuel Adorni no aceptó preguntas en la conferencia de prensa de este jueves.
Frente a esa situación, el gobierno casi no tiene respuestas. Se exhibe como un rejunte deshilachado, ineficiente, con gigantescos nidos de corrupción, sin liderazgo, y donde todos están peleados con todos. Para colmo, la economía no ayuda sino que agrava los problemas: no hay producción, los comercios no venden, no hay empleo, la gente se endeuda y es un insulto que aparezcan negocios con los medicamentos de los discapacitados.