Según la creencia católica, San Joaquín era un hombre justo y piadoso que pertenecía a la tribu de Judá y descendía de la línea de David.
Santa Ana, por su parte, era una mujer virtuosa y estéril, lo que les causaba gran tristeza, ya que no podían tener hijos. Ambos esposos vivieron con fe y esperanza, rezando fervientemente para que Dios les concediera un hijo.
En respuesta a sus oraciones, un ángel se les apareció, anunciando que serían bendecidos con una hija que sería la madre del Salvador del mundo. Poco después, Santa Ana concibió a María, quien sería la madre de Jesús.