De esos años también data la competencia tan intensa (y a la vez tan leal) con Fillol por el arco de la Selección que preparaba César Luis Menotti para el Mundial '78. En ese lapso del '75 al '78, quizás desde algunos años antes, los dos atravesaban el mejor momento de sus carreras y fue Gatti quien picó en punta y pareció que se quedaba con el puesto. Pero a fines de 1977, el "Loco" acusó una lesión en una rodilla, le dijo a Menotti que prefería operarse y al técnico no le quedó más remedio que volver a convocar a Fillol, quien después de haberse quedado afuera, volvió para abrazarse a la historia y no soltarla nunca más.
Quedó dicho: en Boca ganó todos sus títulos y se quedó a vivir. Jugó 381 partidos entre 1976 y 1988. En 1980, le dijo a Maradona antes de un partido con Argentinos en la cancha de Vélez que "era un gordito". Diego le respondió haciéndole cuatro goles. Pero un año después, fueron compañeros en aquel Boca campeón del Metro 1981. En sus últimos años lo dirigieron Menotti y José Omar Pastoriza, quien le quitó el puesto luego de un error que le costó una derrota en La Bombonera ante Deportivo Armenio en 1988 y lo reemplazó por Carlos Navarro Montoya. Fue la función final de su carrera, más de un cuarto de siglo después de aquella inicial en La Plata. A fines de ese año, Boca lo dejó libre.
Genial, egocéntrico, inconformista, talentoso, showman, individualista y polémico, Hugo Orlando Gatti es uno de los arqueros de todos los tiempos del fútbol argentino. Como su ídolo Muhammad Alí, no fue producto de ninguna escuela, se hizo a sí mismo, se reinventó permanentemente. Salvó cientos de goles poniéndole el pecho a la pelota en su atajada más célebre, la de Dios. Sólo no pudo parar la última pelota, la más envenenada de todas, la que todos sabemos que algún día va a entrar.